Sobre la falda tenía el libro abierto,en mi mejilla tocaban sus rizos negros: no veíamos las letras
ninguno, creo, mas guardábamos ambos hondo silencio.
¿Cuánto duró? Ni aún entonces pude saberlo. Sólo sé que no se oía más que el aliento que
apresurado escapaba del labio seco. Sólo sé que nos volvimos los dos a un tiempo y nuestros ojos
se hallaron. Y sonó un beso.
-¿Comprendes ya que un poema cabe en un verso?
Y ella respondió encendida:
-¡Ya lo comprendo!
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